Gobierno de ultraderecha de Netanyahu viola los derechos humanos y no és persionado por la comunidad internacional
Salió en La Jornada
Guillermo Almeyra*
En la población de Israel crece no sólo el deseo de lograr la paz y la convivencia con los palestinos sino también la certidumbre de que esa es la única alternativa posible a la guerra permanente y terminará por imponerse. Pero una cosa es lo que piensa la mayoría de los ciudadanos israelíes y otra es la voluntad de un gobierno cínico y de mentalidad fascista que se apoya sobre alas extremas partidarias del apartheid que incluso reclaman expulsar de Israel a todos los árabes, ciudadanos o no, y aumentar la campaña anexionista en los territorios palestinos ocupados.
Las tibias exhortaciones que Barack Obama dirige a los gobernantes israelíes para que cesen la colonización por judíos fundamentalistas de los territorios palestinos, acaben con sus crímenes de guerra y con la tala de olivares, las destrucciones de edificios, escuelas y servicios de todo tipo o el robo del agua a sus víctimas, han tenido el mismo efecto que las constantes y reiteradas resoluciones de las Naciones Unidas contra la ocupación colonialista, contra la guerra anti palestina, contra la construcción del Muro de la Vergüenza que divide a Israel de los palestinos y que, incluso, para mayor división, avanza en los territorios diminutos y fragmentados que aún les corresponden a éstos.
El gobierno del ultraderechista Benjamín Netanyahu, en efecto, sigue construyendo casas para judíos en Jerusalén y en los territorios palestinos, sigue adelante con el Muro, sigue destruyendo casas y huertos de palestinos, prosigue con sus políticas de agresión y de gangsterismo, de asesinatos selectivos y de secuestros de personas cuyas únicas armas son las ideas. Para colmo, a diferencia de lo que pasó con la Sudáfrica del apartheid, no hay sanciones contra Israel ni de Estados Unidos ni de la comunidad internacional.
El gobierno de Netanyahu aprovecha y sigue con sus planes de convertir a los territorios palestinos en otros tantos bantustanes, como los sudafricanos, separándolos por carreteras, muros, colonos judíos extremistas. Y, además, busca meter cizaña entre la Autoridad Nacional Palestina, corrupta y conciliadora, que se apoya en Al Fatah, y los sectores más pobres de Gaza y de Cisjordania, que ven a Hamas en una posición más combativa y firme.
Ahora, ante la amenaza (para esa política divisionista de los palestinos) de un acuerdo aunque sea transitorio entre la ANP y Hamas, Tel Aviv utiliza sus políticas gangsteriles para tratar de aumentar las divisiones al aceptar la idea de un intercambio de prisioneros que espera manipular dosificando la composición política del grupo de palestinos ilegalmente presos desde hace tiempo que serían eventualmente liberados, para así agravar las tensiones entre los grupos palestinos. Y, al mismo tiempo, aumenta el número y la importancia de sus prisioneros políticos golpeando a la sociedad civil, escogiendo para ello a quienes tienen prestigio internacional y han dirigido la resistencia pacífica contra la ocupación y el Muro.
El 16 de diciembre, por ejemplo, acaba de ser secuestrado Jamal Juma', de 47 años, militante palestino mundialmente conocido coordinador de la Campaña Antiapartheid y contra el Muro desde 2002. Los soldados que ocuparon su casa durante horas y se lo llevaron le dijeron a su mujer que sólo lo volvería a ver mediante un intercambio de prisioneros, que probablemente se realizaría en los próximos días. Es claramente un rehén.
Pocos días antes fue igualmente secuestrado y encerrado en las mazmorras israelíes Mohammed Osman, dirigente de la organización Stop the Wall (Paremos el Muro) que acababa de volver de unas conferencias en Noruega y, poco antes, Abdallah Abu Rahmeh, dirigente del Comité Popular contra el Muro de Bili' in. Todos los presos son dirigentes de la sociedad civil y de la resistencia pacífica palestina contra el Muro, el cual es repudiado y condenado por las Naciones Unidas y la opinión pública internacional pues es tan odioso como lo era el Muro de Berlín pero, además, es la representación salvaje y oprobiosa del colonialismo y del apartheid.
¿Qué hacer ante este cinismo y esta brutalidad del gobierno israelí? Los dirigentes del mismo no pueden entrar en el Reino Unido porque los podrían juzgar por crímenes de guerra pero, a pesar de eso, siguen violando sistemáticamente todos los derechos humanos en Palestina, a la vista de todo el mundo. Las condenas de la Asamblea General de las Naciones Unidas y de la opinión pública internacional les tienen sin cuidado.
Por eso, aunque hay que mandar protestas a las embajadas de Israel por estas detenciones de activistas como Jamal Juma' que se oponen al Muro del apartheid, no hay que esperar demasiado de la conciencia de representantes de un gobierno compuesto por racistas, fundamentalistas religiosos y fascistas. Israel sólo entenderá el lenguaje de la presión internacional cuando ésta afecte los intereses económicos y políticos del Estado judío. Como en el caso de Sudáfrica, cuando la brutal represión contra la población negra y mestiza, es necesario un boicot a Israel de los gobiernos y de las poblaciones de todo el mundo. Ni inversiones, ni mercancías, ni acuerdos técnicos provenientes de Israel ni exportaciones hacia Israel de mercancías y materias primas son éticamente aceptables cuando una banda de fascistas se apoya en el dinero de Estados Unidos y en la actitud pasiva de la mayoría de los gobiernos para seguir practicando una política colonialista feroz y métodos de exterminio en los territorios palestinos ocupados. ¡Hay que romper con esa complicidad con los gangsters de Netanyahu!
(*) periodista
Fecha de publicación: 27/12/09
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