El Premio Nobel de la Paz analisa la trampa de los ricos en Copenhague
Adolfo Pérez Esquivel
El pronóstico del tiempo en Copenhague está marcado por fuertes nubarrones y tormentas, el sol no logra salir y la temperatura de los movimientos sociales en aumento, los ánimos en tensión y la represión contra los manifestantes se manifiesta amenazante y está a la orden del día.
No esperaba otra cosa, por lo tanto no hay novedades de que alegrarse; todo estaba previsto según el servicio meteorológico impuesto por las grandes potencias que no quieren cambio alguno y menos aún resolver los problemas que afectan a la humanidad.
Tengo que señalar que si algo se puso en evidencia, es que se ha intensificando la “guerra que los países ricos han desatado contra los países pobres, sometiéndolos a sus intereses; a la destrucción de sus recursos naturales, a la apropiación de su biodiversidad y control alimentario, a la contaminación y los cambios climáticos que provocan el efecto invernadero que afecta la vida y desarrollo de los pueblos.
El problema no pasa sólo por la temperatura en aumento en el mundo, o la pérdida cada día mayor de los glaciales y los peligros provocados por la aceleración del tiempo. Para la humanidad, no queda espacio, ni tiempo, para permitir que la Madre Naturaleza reponga sus energías para restablecer el equilibrio entre la Tierra y los recursos esenciales, necesarios para la vida del ser humano y de todo ser viviente.
La voracidad de gobiernos y empresas multinacionales que buscan el lucro mediático supeditado al mercantilismo, no meden las consecuencias de su rapacidad. Estados Unidos, China, India, Brasil, los países europeos y las empresas que explotan y someten a los países del sur a sus intereses económicos y a la devastación de los recursos naturales, como el agua, la biodiversidad, la deforestación; caso concreto la Amazonia, en Brasil, el aumento de la contaminación de ríos y mares, la explotación de la gran minería, tienen denominadores comunes, sus intereses económicos, políticos y militares Para asegurarlos provocan guerras y conflictos armados para apropiarse de los recursos de otros países con la complicidad del la OMC, el BM y el FMI.
Ejemplos hay demasiados. Recordemos algunos, como la guerras en Afganistán, Irak, África, Colombia, las bases militares diseminadas por todo el continente latinoamericano, el Plan Puebla- Panamá; el Plan Colombia, la Triple Frontera, la base militar en las Islas Malvinas y la IV Flota de Mar de EE.UU para controlar el continente latinoamericano. Últimamente el golpe de Estado en Honduras, sumándose a este saqueo sin piedad,
La reunión en Copenhague si en algo sirve y se puede sacar algunas conclusiones, es para que los pueblos sepan que la tan proclamada “democracia y el llamado libre mercado“, no es otra cosa que la imposición de la “dictadura del mercado”, nada cambia y la política de los que mandan, deja amarrado el destino de muchos pueblos saqueados y dependientes de la voracidad del mercado.
El Protocolo de Kyoto que vence en el año 2012, puso al descubierto el incumplimiento de los países industrializados y la complicidad de gobiernos que se venden y condicional a las grandes industrias que ingresan a esos países, con la promesa del desarrollo. Y esto no es otra cosa que explotación. Se llevan todos los recursos y dejan hambre, miseria, pobreza y enfermedades, provocando el abandono del campo de los pequeños y medianos productores rurales que son expulsados de sus tierras por la falta de políticas públicas y proyectos productivos de equilibrio entre la naturaleza y las necesidades de los pueblos.
Las naciones industrializadas, las empresas transnacionales responsables de los problemas que afectan a la humanidad, no tienen intención de reducir sus ganancias e inversiones a fin de disminuir las emisiones y evitar que la temperatura mundial trepe por encima de los 2 grados centígrados, (hoy está en 0,7). Tienen que reducir las emisiones entre un 25 y un 40 % de aquí al 2020.
No se trata sólo de frenar las emisiones y la producción industrial para evitar el efecto invernadero. Es necesaria una visión y análisis holístico para comprender la situación que afecta a gran parte de la humanidad y que provocará el aumento del hambre y el desequilibrio planetario, la falta de agua, la pérdida de la biodiversidad y la deforestación, la propagación de los monocultivos y degradación de los suelos y el uso intensivo de los agroquímicos tóxicos.
El problema no se resuelve con declaraciones, hay pocas iniciativas concretas que pongan freno a la devastación y peligros en aumento planetario. La resistencia de los pueblos va en aumento, la presencia de múltiples organizaciones en defensa de la salud planetaria y de sus recursos naturales que asisten en Copenhague,; reclaman cambios profundos a las grandes potencias.
Entre las propuestas y alternativas a la situación planteada, uno de los ámbitos es la acción jurídica para superar la impunidad, que gozan las empresas que dañan la vida del planeta y destruyen a la Madre Tierra.
La Academia de Ciencias del Ambiente de Venecia, viene impulsando la constitución del Tribunal Penal Internacional sobre el Medio- Ambiente; propone la reforma del Estatuto de Roma; señalando que los daños ambientales son crímenes de lesa humanidad. Es necesario poner freno concreto y sancionar a gobiernos y empresas que destruyen el medio ambiente y afectan la vida de los pueblos. La Academia está integrada por más de 100 científicos de diversas partes del mundo y juristas. Es urgente dar pasos necesarios de prevención y seguridad planetaria, y sancionar jurídicamente a quienes provocan daños que afecten la vida de los pueblos.
No es posible emitir declaraciones que la mayoría de los países ricos no cumplirán; es necesario un marco regulatorio, generar observatorios ambientales e instancias jurídicas nacionales e internacionales.
EEUU es un país que no ratifica ningún documento y acuerdos internacionales, basta tener presente que hasta la fecha se ha negado a firmar la Convención Internacional de Derechos de la Infancia, a 20 años de su promulgación por las Naciones Unidas. En pocas palabras, todos hablan, la represión castiga a los manifestantes en Copenhague por reclamar el derecho a un planeta sano. Los países industrializados explotan a los países del Sur, dicen una cosa, pero harán otra. La historia de la mentira y la violencia ya la conocemos. La forma de lucha es la resistencia social, cultural, política y científica.
Un cuento popular es la historia de los ratones, que discuten en una asamblea que hacer para ponerse a salvo cuando aparece el gato. El más anciano y sabio de los ratones dice: “Hay que ponerle un cascabel, así cuando se acerca lo sentimos y podemos ponernos a salvo” La propuesta fue aceptada por unanimidad en la asamblea y todos aplaudieron. Pero la pregunta es. ¿Quién le pone el cascabel al gato, en Copenhague?
sábado, 19 de dezembro de 2009
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