Salió en la publicacion Participando, del MPP
Reportgen historica
Mário Augusto Jakobskind*
Escribir sobre el Uruguay evoca en mí sentimientos y recuerdos. Estar en este país es siempre un motivo de alegría. Acompañar una elección presidencial y poder transmitir a los lectores y oyentes, sin manipulaciones ni distorsiones, como siempre trato de hacer, es una tarea de la mayor relevancia.
Mi padre, un inmigrante polaco que llegó a nuestra América en los años veinte, me hablaba del Uruguay desde que yo era niño. Cuando salió de su patria, su destino era Montevideo adonde llegó después de pasar por Río de Janeiro. Mi padre, Mieczyslaw Jakobskind, era un inmigrante atípico, que salió de Polonia graduado como ingeniero electricista. Se presentó a un concurso en los ferrocarriles uruguayos y, como el resultado demoraba mucho en salir, se fue a la Cidade Maravilhosa, donde acabó por establecerse definitivamente. Allí nací yo.
Cuento esta historia personal para explicar por qué me refiero al aspecto sentimental y a las evocaciones que me despierta el Uruguay. Podría haber nacido uruguayo y en esta hermosa ciudad de Montevideo. El destino quiso que como periodista me vinculara a este país, ya fuera editando artículos o escribiendo sobre la política uruguaya. Hacia fines de los años setenta, cuando trabajaba en la sucursal Río de Janeiro del diario Folha de Sao Paulo, tuve oportunidad de conocer a un gran número de uruguayos que salían de las cárceles de la dictadura, una situación que también vivíamos en Brasil.
Eran los años peligrosos de la Operación Cóndor. Todos corrían peligro, pero no podíamos fallar con la solidaridad y la hospitalidad cariocas. Al final de cuentas, estábamos apenas retribuyendo lo que los uruguayos nos habían dado tras el golpe militar de abril de 1964. Los brasileños que se exiliaron en el Uruguay no olvidarán jamás la solidaridad de aquel momento tan difícil.
Era una época dura, sin duda, pero que sirvió para acercar a nuestros pueblos —brasileños, uruguayos, argentinos, chilenos, paraguayos, etc.— en una especie de embrión de la integración latinoamericana. No la integración de la burocracia o las finanzas, sino la verdadera aproximación de nuestros pueblos.
En 1981 pisé el suelo uruguayo por primera vez a fin de cubrir, para la revista Cuadernos del Tercer Mundo, el cambio de gobierno. Salía Aparicio Méndez y entraba el general Gregorio Álvarez. No pude hacer mi trabajo porque los agentes de la dictadura me detuvieron, me amenazaron y me expulsaron del país. Recuerdo que en el aeropuerto de Carrasco le pude dar un recado a uno de los agentes: Volveré pronto, con la democracia.
Fue enviado a Río en el primer avión, y quiso el destino que pudiera volver en momentos de profundización del proceso democrático. La primera vez fue en 2004, cuando fue electo el presidente Tabaré Vázquez.
Y ahora en 2009, cubriendo la primera y la segunda vuelta para el semanario Brasil de Fato.
Sin duda, tuve oportunidad de estar presente en dos momentos históricos en este país donde podría haber nacido. ¡Y qué experiencia importante describir para los lectores y para los oyentes de una radio de Río la fiesta de la democracia y la estruendosa victoria de Pepe Mujica!
Lo que más me impresionó en esta elección fue el grado de madurez del pueblo uruguayo. Circulando por Montevideo vi jóvenes, en su mayoría del Frente Amplio, distribuyendo propaganda de sus candidatos lado a lado con militantes del Partido Nacional. Sin enfrentamientos, a pesar de la enorme diferencia entre ambas propuestas. Una, que consolidaba y prometía profundizar el proceso iniciado por Tabaré Vázquez y la otra, que proponía el ideario de la oligarquía uruguaya.
Tuve la oportunidad de observar al candidato Pepe Mujica en una conferencia de prensa con periodistas extranjeros. Yo lo definiría como un político muy poco tradicional en nuestra América Latina. Siempre con muy buen humor, Mujica hizo observaciones inteligentes, incluso ante preguntas con las que se buscaba hacerle dar un paso en falso.
Observé con mucha atención las respuestas del candidato sobre los temas más variados, desde el Mercosur hasta los problemas internos de Uruguay, pasando por el tema de los medios de comunicación. Muchas veces le pasó la pelota a su vice Danilo Astori, sobre todo en cuestiones económicas.
Como reportero, sentí la absoluta certeza de que el resultado estaba asegurado para el Frente Amplio. No sólo por las encuestas, sino por el discurso de Mujica que, sin cantar victoria, llamaba a sus seguidores a comportarse con respeto con los votantes de otros partidos, en una demostración inequívoca de madurez política.
Esto se confirmó en su primer discurso tras conocerse los resultados, cuando el presidente electo pidió disculpas a su adversario por posibles excesos de lenguaje en sus referencias a Luis Alberto Lacalle durante la campaña electoral.
¡Ah! Y no puedo olvidarme de un hecho remarcable. Al terminar la conferencia de prensa abordé a Mujica para explicarle que el 9 de diciembre habría en Brasil un acto de solidaridad con el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), que está sufriendo en Brasil una dura ofensiva por parte de la derecha, agrupada en la bancada suprapartidaria de los terratenientes. Le dije que como periodista estaba recabando declaraciones filmadas de personalidades uruguayas que se solidarizasen con el MST. Y de inmediato vino la respuesta de solidaridad y reafirmación de que él y sus compañeros del Frente Amplio siguen de cerca la lucha del MST por la reforma agraria.
Mujica es una personalidad que ya forma parte de la historia no sólo uruguaya sino latinoamericana. Dentro de cien o doscientos años, se va a estudiar en las escuelas el fenómeno histórico de este político de comienzos del siglo XXI que, de preso político durante la dictadura, se convierte en presidente de la República con la consolidación del proceso democrático.
A este fenómeno, sin precedentes en la historia mundial contemporánea, apenas con la excepción del líder africano Nelson Mandela, se suma la participación de los jóvenes, que llenaron las calles la noche del domingo 29 de noviembre y en la madrugada del lunes 30.
En suma, mis amigos uruguayos, quiero dejarles mis felicitaciones por la jornada electoral que culminó con la elección de Pepe Mujica. Ahora, manos a la obra, profundizando el proceso que se inició con el gobierno de Tabaré Vázquez.
Vuelvo a Río con la certeza de haber participado en un momento histórico que tendrá repercusiones importantes en toda la región. Para mí, fue también una especie de adelanto de lo que ocurrirá en Brasil en octubre de 2010, cuando más de 120 millones de electores elegiremos al sucesor (o sucesora) de Lula, otro acontecimiento histórico que trataré de relatar a los uruguayos como corresponsal de Brecha..
(*) Periodista, corresponsal en Brasil del semanario Brecha y autor del libro A pesar del bloqueo, 50 años de Revolución, recién lanzado en el Uruguay por la Editorial Tropicana.
domingo, 6 de dezembro de 2009
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