Una historia poco conocida de una pequeña isla del Caribe, la primera nación politicamente independente de América Latina
Ricardo Berrutti*
Salió en el periodico Acontecer (Uruguay)
En 1804, el pueblo de una pequeña isla del Caribe, Saint-Domingue, se declaró independiente de Francia y dejó de ser una colonia.
La nueva República de Haití fue la primera nación políticamente independiente de América Latina, constituyendo un antecedente fundamental para las revoluciones que se iniciarían a partir de 1810.
La revolución haitiana, 1791-1804, se produjo en un momento histórico en el que se estaban desarrollando importantes cambios a nivel mundial. Tras dos siglos de transición, de la estructura económica de la sociedad feudal estaban surgiendo las relaciones sociales capitalistas que se impondrían como dominantes en todo el mundo.
Dirigida por Toussaint Louverture y Jean-Jacques Dessalines, la revolución de Haití comenzó siendo una rebelión de esclavos que luchaban por su libertad y se transformó en una guerra por la independencia, en la que un ejército popular de ex esclavos negros derrotó al ejército de Napoleón Bonaparte.
Sin embargo, económicamente estrangulada, con disputas internas, cercada y boicoteada por las potencias capitalistas, «la primera república negra» se fue sumergiendo en la miseria, que continúa hasta el día de hoy.
Conocer los acontecimientos de la revolución de los esclavos negros de Haití es indispensable para recuperar la conexión entre la miseria actual y el proceso de expropiación que se desarrolló desde el siglo XV en adelante, destacando la importancia que tuvieron las colonias en el desarrollo del capitalismo y, posteriormente, del imperialismo.
El 2% de la población blanca, controla el 90% de la producción de Haití.
Mezcla de un sincretismo religioso extraño y casi demencial, durante la dictadura de los Duvalier, con una política que estuvo siempre al servicio de los imperios y sus testaferros, la tragedia que hoy se abate sobre la población más pobre de América, no es sino un jalón más de su larga lucha, su larga desdicha, y su inacabable calvario.
Y, aun así, y de esa extraña amalgama de cristianismo y ritos sangrientos, la voz de sus poetas ha sabido denunciar y luchar, por los herederos de aquellos primeros revolucionarios, que fundaron la primera república independiente de América.
Del poeta Jacques Viau:
Nada permanece tanto como el llanto VII
Hemos ido acumulando corazones en nuestro corazón,
palabras en nuestra voz quebrantada por azadones.
Hemos dejado huellas por todos los caminos
y algunos de nosotros ya no estamos.
Hemos ido de manos con las sombras.
Nuestro andar es un grito estacionado.
Por cada paso, un día que transcurre.
Por cada palabras, mil palabras que vocifera la prole.
Qué será de nosotros después de esta larga travesía?
Poco importan si el mármol o la piedra eternizan
nuestro corazón de húmedo barro.
Nos basta con que nuestra voz perdure en la voz
del amigo, en la del compañero de rutas que nos tendió
la mano cuando se aproximaba la caída.
Hemos llenado muchos de los vacíos que nos legaran.
A otros toca llenar los que nosotros dejamos.
Apenas tuvimos tiempo para remendar la herencia.
qué corazón irá nuestro corazón a depositarse?
A qué silbido irá nuestro silbo a renovarse?
Nada sabemos, cumplimos una jornada que empezó
antes que nosotros y que no concluirá con nosotros.
Nada permanece tanto como el llanto (18 poemas) escrito en español; este poema VII es copia de esa versión original. Jacques Viau nació en Port-au-Prince en 1942. Perteneció a una familia de perseguidos políticos, que se refugiaron en Santo Domingo. Fue abatido durante las insurrecciones de 1965 cuando aún no había cumplido sus 23 años. El poeta haitiano René Depestre destacó “la alta facultad de radiación de su palabra”.
(*) Periodista uruguayo
quarta-feira, 20 de janeiro de 2010
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