Efecto Piñera: La derecha argentina y brasileña está contenta y otimista después de la vitoria del empresario politico chileno
Pablo Pozzolo (Con Fabián Kovacic, en Buenos Aires, y Mario Augusto Jakobskind, en Rio de Janeiro)
Salio en Brecha, de Uruguay
La victoria del megaempresario chileno reaviva a las derechas latinoamericanas. En Argentina y Brasil, aspiran a ser los próximos eslabones de una cadena que cambie el signo político hoy dominante en la región.
“Es el comienzo de una nueva etapa en la región de la mano de la alternancia en el poder.” Mauricio Macri no oculta su felicidad por el triunfo de Sebastián Piñera en Chile. Dice el líder del Pro, uno de los más firmes candidatos para suceder a Cristina Kirchner en la Casa Rosada en las presidenciales de 2011: “Más allá del traspié de Luis Lacalle en Uruguay, previsible teniendo en cuenta lo que implica el fenómeno Mujica, la victoria de Piñera es una señal para la región. Una buena señal”. En Recrear, el partido que fundara el ex ministro de Economía Ricardo López Murphy, y entre los seguidores de otro empresario, el diputado Francisco de Narváez, el discurso es muy similar. La derecha argentina recibió como un bálsamo el éxito de la Coalición para el Cambio más allá de los Andes.
Fue Macri el que más se explayó. “A la Argentina le conviene tener un aliado como Chile porque su presidente puede contagiarnos el espíritu emprendedor. Habrá que esperar a ver qué pasa con las elecciones en Brasil, otro país importante para el cambio en la región”, comentó el gobernador de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y ex presidente de Boca (el fútbol es otra pasión que los dos líderes derechistas comparten: Piñera es uno de los dueños de Colo Colo, el club más popular de Chile, del cual no piensa desprenderse aun después de asumir la presidencia). “Ahora ya no somos más punto, empezamos a ser banca”, claman en el Pro.
La relación de Macri con Piñera se remonta a varios años atrás, y se fortaleció con los encuentros de la Fundación Atlas organizados en Rosario y Buenos Aires, en 2008 y 2009 respectivamente. Hasta esas ciudades argentinas llegaron referentes de la derecha hispanoamericana, como el español José María Aznar, el mexicano Vicente Fox, el boliviano Jorge Tuto Quiroga (todos ex presidentes) y el escritor peruano Mario Vargas Llosa. Piñera y sus amigos contaron en esos encuentros cómo se organizó la derecha chilena pos Pinochet. Y cautivaron. Desde entonces se hicieron habituales los intercambios de técnicos entre el Pro y el piñerismo, coordinados, de parte argentina, por el jefe de gabinete macrista, Horacio Rodríguez Larreta. “Tenemos muchas cosas en común”, señaló este último. Macri planea asistir a la asunción de Piñera y sueña con que el chileno llegue a Buenos Aires el año próximo para devolverle la gentileza.
LULAMENTO. “Es un ejemplo de lo que nos puede pasar en Brasil si las fuerzas de izquierda y progresistas se presentan divididas en las próximas elecciones”, comentó un preocupado Luiz Inácio Lula da Silva aludiendo al fracaso de la Concertación por la Democracia en Santiago. En la derecha brasileña no dudan en traspolar la experiencia chilena: dicen que si la presidenta socialista Michelle Bachelet fue incapaz de traspasar su altísimo nivel de popularidad (80 por ciento de aprobación) al candidato presidencial de su propio pelo, Eduardo Frei, es muy probable que en Brasil pase lo mismo y que Lula (que tiene índices de aceptación muy similares a los de la chilena) no trasvase sus votos a su “delfina”, la ex guerrillera y dirigente del pt Dilma Rousseff. Casi veinte años después de la llegada al poder de Fernando Collor de Mello, que presentaba un perfil que en parte lo emparenta con Piñera (multimillonario, mediático, vinculado al capital especulativo, outsider de la política), la derecha brasileña aspira a que le llegue otra vez la hora y a que los dos mandatos de Lula no sean más que un paréntesis. “El agotamiento del centroizquierdismo en Chile es un presagio de lo que sucederá acá”, comentó el senador Agripino Maia, miembro de Demócratas (Dem), el partido en el cual se reciclaron antiguos personeros de la dictadura y que fue el principal sostén de Collor en el parlamento. Maia suena como probable compañero de fórmula del socialdemócrata y actual gobernador del estado de San Pablo, José Serra, a quien hoy se le atribuye un 35 por ciento de intenciones de voto, diez puntos más que Rousseff.
El caso chileno ha servido para galvanizar a la oposición brasileña, cuyo denominador común más fuerte es un “antilulismo” visceral, tras el cual se abanderan los socialdemócratas del ex presidente Fernando Henrique Cardoso, el Dem y el pps. A la inversa, lugartenientes de Lula como su asesor en relaciones internacionales, Marco Aurélio Garcia, y el propio presidente intentan extraer de la “lección chilena” la necesidad de una “unión del progresismo”. José Eduardo Dutra, el nuevo presidente del pt, ya ha mantenido reuniones con la cúpula del Partido Socialista (psb), aliado del gobierno, para intentar convencerlos de que desistan de promover la candidatura del diputado Ciro Gomes, ex ministro de Lula, que marcha tercero en los sondeos. La división en tres del progresismo fue una de las explicaciones de la derrota de la Concertación en Chile, creen en el pt, como en muchos otros partidos de izquierda latinoamericanos. Marco Aurélio Garcia sostiene de todas maneras que en la elección chilena de diciembre-enero jugaron factores nacionales –como el desgaste de una alianza que se mantuvo veinte años en el poder– que en Brasil no se dan.
¿GIRO A LA DERECHA? Otros referentes del pt estiman que la elección de Piñera no tiene el peso suficiente, porque Chile no tiene el peso suficiente en la región, como para concluir que hay en marcha una contrarrevolución conservadora en América Latina. Brasil sí será un test decisivo, señalan.
En la derecha brasileña, por el contrario, piensan que el sentido del “cambio” preconizado por Piñera y que sedujo al electorado chileno marcará el rumbo de las sociedades latinoamericanas a corto y mediano plazo. “Está llegando a su fin el populismo y se vienen tiempos de mayor apertura al mundo y libertad en toda América Latina”, dicen dirigentes de Dem, que ven en el “asistencialismo” una de las prácticas comunes a todos los gobiernos de centroizquierda del área, sean moderados o “radicales”, de Chávez a Lula, de Bolivia a Uruguay. Dilma Rousseff advirtió que en caso de que la actual oposición tome las riendas del poder en las elecciones de octubre próximo se acabarán proyectos como Bolsa Familia, un plan de asistencia a los hogares más pobres.
En todo caso, es seguro que el futuro gobierno chileno reforzará al eje constituido por la Colombia de Álvaro Uribe, el Perú de Alan García y el México de Felipe Calderón en la resistencia a la consolidación de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) como espacio de decisión política regional emancipado de la tutela de la superpotencia estadounidense. Pocos días después de su victoria, Piñera remarcó, en una reunión con los corresponsales extranjeros en Santiago, que siente una afinidad particular con García, Calderón, Uribe y el presidente de Panamá, Ricardo Martinelli, y en el plano extrarregional con el francés Nicolas Sarkozy (al italiano Silvio Berlusconi no lo mencionó). Dijo también que aspira a sumar próximamente a ese eje a una Argentina poskirchnerista, y que si tiene adversarios en América Latina ésos son la Venezuela de Hugo Chávez (un presidente “populista” y con “caídas totalitarias”) y por supuesto Cuba.
Fecha de publicación: 28/01.2010
quinta-feira, 28 de janeiro de 2010
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