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boris casoy

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domingo, 24 de janeiro de 2010

(França-Política) - La historia de Pierre y Paul: dos izquierdas, dos épocas

Visiónes distintas de izquierda europea en vários momentos históricos desde el pós Guerra, los años 60, mayo de 68, hasta los dias actuales

Jean Bricmont*

Salió en SINPERMISO

Palabras como Pateras, Sida, Territorios Ocupados, Ayatolas, Reaganismo, Glasnost y, la más sorprendente, la Comunidad de Estados Independientes, habrían sido incomprensibles en los años 60… Las palabras clave empezaron siendo, en primer lugar, los derechos del hombre, luego, la economía de mercado. El terrorismo ha substituido al comunismo como el mal supremo. ¿Quién comprendería que, para nosotros, capturar a un embajador americano no estaría tan mal después de todo si ello pudiera permitir a una chica brasileña escapar a sus torturadores? .- El Fondo del aire es rojo (Película de Chris Marker).

Para explicar la idea y el objetivo que nos proponemos imaginemos a dos personajes, Pierre y Paul, ambos de izquierda, pero viviendo en épocas distintas y contrastemos sus visiones del mundo. Uno puede imaginarse a Pierre como un simpatizante del PCF o de la SFIO a principios de los años 1960 y a Paul como un simpatizante actual del PS, de los Verdes, del PCF, o incluso de la LCR. Fuera de Francia, Pierre podría aproximarse, en 1960, a la mayor parte de los partidos socialistas o socio-demócratas en Europa, al partido laborista británico, al PC italiano o a los antifascistas (clandestinos) en España y en Portugal. Paul podría estar cerca de los mismos movimientos actuales (es decir, en Italia, del Partido Demócrata y de los partidos socialistas en España y Portugal). Lo que es significativo es el cambio en las visiones del mundo de un período al otro, que es mucho más claro que las diferencias entre las organizaciones o las sensibilidades individuales en una época dada. Obviamente, se podría encontrar gente parecida a Paul en 1960 o parecida a Pierre actualmente, pero no serían representativas de sus épocas respectivas.

El centro del pensamiento de Pierre es el socialismo. Este es el futuro de la humanidad, está convencido de ello. Lo concibe más o menos como el modelo soviético, pero en un marco democrático y con, eventualmente, un mayor papel otorgado al mercado, pero no demasiado. El socialismo llegará cuando la clase obrera llegue a tomar conciencia de su fuerza y a reunir en torno a ella a una parte suficiente de las demás clases.

Pierre desea cambios, progresivos o revolucionarios, en las estructuras sociales y políticas: nacionalizaciones, medidas fiscales contra las rentas elevadas, democratización en el acceso a la enseñanza, aumento de los derechos sindicales.

El marco de pensamiento en el que se sitúa Paul es totalmente diferente ; no se preocupa de las estructuras sociales, sino que defiende sobretodo los « valores », antes que nada la democracia y los Derechos del Hombre, pero también el antirracismo, el feminismo, el respeto de las diferencias, la apertura al otro. Puesto que Paul es escéptico respecto a todo lo pretendidamente universal, defenderá dichos valores en nombre de una « elección » más bien que de un razonamiento, pero está totalmente dispuesto a combatir por todos los medios a los adversarios de la democracia y de los Derechos del Hombre, que se encuentran en todas partes: tanto en la extrema derecha como en los dirigentes rusos, chinos o árabes, en los islamistas o en los populistas como Chávez.

Paul no piensa en términos de clases, sino de individuos, y desconfía de toda noción de « colectivo »y de cualquier poder estatal. No siente ninguna simpatía especial hacia los obreros, a quienes ve frecuentemente como racistas y chovinistas y sus héroes son cualquier cosa menos proletarios: son los judíos perseguidos durante la guerra, los disidentes de regímenes totalitarios, los refugiados o los sin-papeles.

Pierre es racionalista; no siente más que desprecio por las religiones y las supersticiones; piensa que el progreso de la humanidad se debe, en última instancia, al progreso científico y técnico; piensa también que gracias a estos progresos, así como al socialismo, las religiones acabarán desapareciendo.

Paul no es religioso pero tampoco es cientista; tiene grandes dudas sobre la noción de progreso y piensa que la historia del siglo XX, el más trágico de todos, debería incitar a los « racionalistas » a un poco más de modestia. Por lo que se refiere al socialismo, simplemente no cree en él. No se opone a una cierta regulación de la economía (pero ¿cual? No lo sabe, puesto que no ha pensado mucho en ello), pero está preocupado sobretodo por la ecología. Piensa que a menos que no se produzca un cambio radical en las mentalidades y modo de vida occidental, el mundo corre hacia su pérdida. Razón de más para adoptar una actitud humilde frente a las sociedades pre-modernas y para no dar pruebas de arrogancia tecno-científica.

Pierre es jacobino, aunque no utiliza este término por lo evidente que le parece – la República ha permitido deshacerse de la feudalidad y dar a todos la posibilidad de ir más allá de la estrechez de las tradiciones en las cuales se ha nacido. Pierre es partidario del « elitismo republicano », a pesar de que esta palabra tampoco forme parte de su vocabulario. Piensa que muchos « hijos del pueblo » no tienen acceso a la cultura y que un sistema de becas y de enseñaza tan igualitario como sea posible puede solucionar esta situación. En esta materia Francia tendría mucho que aprender de los países socialistas. Pero respecto a « igualitario » Pierre piensa en términos de acceso; la enseñanza puede perfectamente ser selectiva, pero debe seleccionar únicamente en función de las capacidades de los alumnos, un concepto que no preocupa a Pierre, en vez de su origen social.

Paul es escéptico respecto a la idea de que existe una verdadera cultura para transmitir a los « otros » (el « pueblo » o las poblaciones no europeas). Paul piensa que detrás de palabras como República, Cultura, Enseñanza, se esconden relaciones de fuerza y el poder de una élite auto-proclamada. Para Paul, el papel de la enseñanza es permitir que cada uno pueda desarrollar su personalidad y su propia creatividad, más bien que imponer un saber pretendidamente objetivo.

Pierre siente simpatía por la URSS y los demás países socialistas. Ante todo se acuerda de la guerra y sabe que es principalmente gracias al ejército rojo que el fascismo fue derrotado. Admira el desarrollo económico planificado de la URSS y el hecho de que ésta presenta, cuando puede, un polo de resistencia al imperialismo americano. Pierre no ha oído nunca hablar de Hannah Arendt y la idea de una comparación entre Stalin y Hitler le parece absolutamente chocante. De hecho, si alguna vez oyera una tal comparación la vería como una táctica empleada por los ex-fascistas para reencontrar la virginidad a ojos de los partidarios más acérrimos de la guerra fría.

Pierre y Paul son antifascistas los dos, pero en sentidos muy distintos. Pierre no hace suya la fórmula « clásica » de la Tercera Internacional, demasiado simplista, que define al fascismo como la dictadura abierta de la fracción más reaccionaria del gran capital, pero tiende a ver el fascismo como el sistema hacia el que deriva el capitalismo cuando los medios de control « democrático » dejan de funcionar. Capitalismo democrático y fascismo son más o menos dos caras de la misma moneda, la dictadura, larvada o abierta, del gran capital. La imagen que tiene Pierre de la Francia de durante la guerra es la Francia de los resistentes y de los fusilados. Es cierto que han existido Vichy y las deportaciones, pero esto constituye la aberración, no la norma. Pierre es consciente de los horrores infligidos a los judíos por los nazis, pero esto no constituye el centro de su pensamiento.

Para Paul, por el contrario, Hanna Arendt es una referencia forzosa. A partir de ella se ha podido empezar a pensar el fenómeno totalitario, que engloba evidentemente a Hitler y a Mussolini, pero también a Stalin, Mao,
Pol Pot o Kim Il Sung. Bajo este punto de vista el fascismo no tiene mucho que ver, contrariamente a lo que piensa Pierre, con el capitalismo o incluso con cualquier estructura socio-económica. Si se quiere comprender el fascismo, más vale leer a Freud y Lacan más bien que a Marx. Lo mismo que el estalinismo, revela la parte sombría que yace somnolienta en el inconsciente individual y colectivo, la eterna tentación totalitaria; también revela la debilidad de los pensadores de las Luces que han ignorado ingenuamente esta parte sombría que solo una vigilancia constante, recomenzada sin cesar, puede esperar contrarrestar.

El Holocausto está en el centro del pensamiento de Paul – es a partir de ahí que se puede sacar la cuestión de la modernidad y pensar el siglo XX.

Su acción política se centra ante todo en el « esto nunca jamás ».
Pierre y Paul son ambos internacionalistas, pero de nuevo en sentidos muy distintos. Pierre ha luchado contra la guerra de Argelia y su internacionalismo es ante todo antiimperialista. Está en contra de la política norteamericana en Vietnam y en América Latina y sostiene a todos aquellos que resisten a Estados Unidos, desde Fidel Castro hasta Ho Chi Minh. Pierre no se preocupa demasiado del conflicto Israel-palestino, del que apenas habla. Siente simpatía por la posibilidad que ha tenido el martirizado pueblo judío de establecerse por fin en un Estado.

A Paul no le gusta la política de Bush, pero desconfía del antiamericanismo, que es utilizado con demasiada frecuencia por la extrema derecha y los antisemitas y explotado por los dictadores y los dirigentes populistas del tercer mundo. El internacionalismo de Paul consiste en estar siempre del lado de las víctimas, principalmente de las minorías perseguidas por los estados centralizadores, o de los disidentes en las dictaduras. Paul está muy preocupado por el conflicto israelo-palestino y desea ardientemente que se encuentra una solución al mismo; pero ésta no puede llegar a menos que se aísle a los extremistas de los dos bandos; los colonos por una parte, Hamas por la otra. Por desgracia, existe, incluso en Francia, una franja de la extrema izquierda (y, desde luego, de la extrema derecha) que atiza el fuego valiéndose de la desazón de los jóvenes de los suburbios.

Tanto Pierre como Paul son antirracistas, pero cada uno a su manera. Pierre encuentra horrible al Ku-Klux-Klan y la segregación racial en los Estados Unidos, pero no encuentra en absoluto racista a Francia – la República nos protege contra ello.
Por el contrario, Paul ve a los Estados Unidos como un modelo de multiculturalismo; sabe que existen, en el Sur y el Oeste de los Estados Unidos, muchos lugares « reaccionarios », pero ciudades como New York o San Francisco son otra cosa y están mucho más avanzadas en el camino de la diversidad que Francia, encerrada en un republicanismo y un laicismo friolero.

Paul detesta todos los racismos, pero, más que ningún otro, encuentra execrable el antisemitismo y le duele verlo resurgir, con frecuencia disfrazado, en todo lo que se refiere a la política israelí.

Pierre quisiera que se legalizara la contracepción y el aborto, como en los países socialistas, pero sabe que con el peso de la Iglesia, aliada al gaulismo, es políticamente imposible. Por lo tanto no hace de ello una prioridad. Pierre cree en la igualdad de hombres y mujeres, pero de una forma relativamente abstracta; considera la mayoría de los oficios « nobles », especialmente la política, como reservados, por una u otra razón, a los hombres. Ciertamente, Pierre considera que los individuos tienen el derecho de hacer lo que quieran en su dormitorio, en particular tener relaciones homosexuales, pero no ve que ello haya de convertirse en un gran problema ; no ve ninguna razón para declararse abiertamente homosexual y la misma idea de gay pride no le pasa por la cabeza. Pierre no puede imaginarse que dos mujeres y un homosexual declarado sean candidatos a la dirección de la SFIO.

Para Paul, la igualdad hombre-mujer es en general, la igualdad de oportunidades y el fundamento mismo de su concepción de la igualdad. Al contrario de Pierre, para Paul es la única igualdad posible – la igualdad de condición, que es el ideal de Pierre, es una noción en la que Paul no piensa y si alguien le hablara de ella la rechazaría porque, aunque la idea sea seductora implica demasiados obstáculos a la libertad individual. Paul celebra casi ritualmente la liberación sexual, el derecho a la diferencia y la prioridad de las elecciones individuales por encima de las normas del grupo.

Pierre desconfía de la prensa burguesa. Si, por una parte, frecuentemente encuentra simplista a l'Humanité, considera a l'ORTF como la voz de su amo, a Le Monde, demasiado cristiano y el anticomunismo primario del Figaro, insoportable.
A Paul no le gusta TF1 pero está satisfecho con Le Monde y Libé. La prensa no es perfecta, pero es más libre de lo que nunca lo ha sido y, ciertamente, es más fiable que los rumores que circulan por Internet.

Pierre piensa que si uno es militante lo es por una causa, no para divertirse y que, lo que hay que hacer es ganar. Para ello hacen falta organizaciones eficaces, que reagrupen lo más ampliamente posible y que tengan un mínimo de disciplina.
Paul trabaja a veces en asociaciones o milita en alguna ONG. Lo que más le preocupa es evitar que una minoría pretendidamente vanguardista tome el poder en el seno de su asociación. También quiere evitar que su ONG se haga demasiado grande para alejar cualquier tentación hegemónica; en cuanto a la eficacia confía en el trabajo en red.

Pierre y Paul se consideran ambos de izquierda, pero todo les opone. Pierre no podría imaginarse a Paul, y de ninguna manera considerarlo, como progresista. Pierre encuentra los puntos de vista de Paul sobre muchos puntos, la URSS, la religión, el comunitarismo, los Estados Unidos y su política de ingerencia, como de derecha o de extrema-derecha. Paul, por el contrario, si de vez en cuando se acuerda de que hubo en alguna época algunos Pierre que, como él, se decían de izquierda, piensa que hay toda una serie de cosas que no querían o no podían ver, la ecología, el feminismo, los derechos de las minorías, la revolución sexual, los derechos del hombre, las virtudes del mercado, la naturaleza profunda del totalitarismo, etc.

Evidentemente también ha habido cambios en la derecha. En 1960 Jacques es gaulista. Tiene un primo que era partidario del Mariscal durante la guerra (del Mariscal ¡no de los alemanes!) y que ahora le machaca con su Argelia francesa, pero él confía en De Gaulle para arreglar rápidamente el asunto argelino, modernizar a Francia, sacarla del atolladero en que la han metido los políticos de la 4ª República y devolverle el lugar que le corresponde en el concierto de naciones. Jacques considera que los empresarios, algunos de los cuales deshonraron a Francia por su actitud durante la guerra, harían bien en ser actualmente más sociales. La crisis de 1929 le ha enseñado que el mercado no puede funcionar solo, pero ello no significa que sea comunista. Le asustan los tanques rusos que, como dice el General, se sitúan a una etapa del Tour de Francia de nuestras fronteras y combate como puede la subversión interior. Lo mismo que el General, desconfía de las grandes maquinarias, Europa, la OTAN, la ONU. Está satisfecho del apoyo de los Estados Unidos en la lucha contra los comunistas, pero ello no debe convertirnos en yanquis. Va a misa pero tiene ideas muy avanzadas para su tiempo : no entiende que las mujeres no puedan estudiar si lo desean y son capaces de ello y no siempre está de acuerdo con la Iglesia ; en particular, piensa que la homosexualidad no es ningún pecado sino una enfermedad que los progresos de la psicología científica permitirán algún día curar.

En 2007 Julien es muy favorable a Sarkozy. Piensa que Francia no puede hacer frente ella sola a la globalización y que necesita absolutamente de Europa. Admira el dinamismo de los Estados Unidos, un país donde todo es posible. Cree que Sarkozy nos liberará del Estado tentacular que ahoga el dinamismo de las empresas francesas. Se complace de que Occidente haya vencido a los dos grandes totalitarismos del siglo XX, el fascismo y el comunismo (todavía se acuerda del día en que cayó el Muro, uno de los más bellos de su vida), pero está muy preocupado por un nuevo totalitarismo, quizás peor que los precedentes, el Islam. Se siente absolutamente irritado por la hostilidad, tan francesa, que se manifiesta constantemente respecto a los Estados Unidos e Israel, este pequeño país democrático que trata de sobrevivir en un entorno lleno de fanáticos.

Cree en Dios pero rara vez va a la Iglesia y desconfía especialmente de los fundamentalismos de cualquier especie. Julien no es racista, pero con el declive demográfico de Europa y el aumento de la inmigración, se pregunta adonde vamos. Le irritan las jeremiadas de Paul respecto a los sin papeles y el colonialismo; no es verdad que éste no tuviera más que defectos y puesto que Francia no es responsable de todas las desgracias del mundo tampoco tiene porque acoger todas sus miserias. Todas las hermanas y primas de Julien han estudiado y combinan de forma armoniosa su vida profesional y familiar. Tiene un amigo homosexual y otro que acaba de casarse por tercera vez, como Sarkozy; esto no preocupa en absoluto a Julien. Por otra parte, como Sarkozy, sus amigos son católicos los dos.

Pierre, Paul, Jacques y Julien tienen una cosa en común: están absolutamente convencidos de tener razón, pero de una forma algo distinta. Lo que irritaba, en el caso de Pierre, es la idea, que también encontramos en Julien, de que la historia les da la razón (tal como han demostrado los acontecimientos, en el caso de Pierre, era una gran ilusión…..) Jacques y Paul están menos seguros del sentido de la Historia, pero creen estar situados en lo más alto desde el punto de vista moral, el uno por que representa a Francia, el otro porque encarna los Derechos del Hombre. Lo que irrita en el caso de Paul es que predica la apertura, pongamos por caso, al budismo tibetano, pero está muy orgulloso de refutar la palabra a los « fascistas » o los « estalianianos » que viven cerca de su casa. En nombre de la tolerancia, claro.

La transición de Pierre a Paul se debe a dos acontecimientos, uno que Pierre ha acogido con una cierta simpatía, Mayo del 68, y otro que no se había imaginado: la crisis del comunismo y la caída de la URSS. En Mayo del 68 había de todo, Pierres y Pauls, a menudo en sus versiones más radicales: los grupos trotskistas y maoístas acusaban a Pierre de reformismo y de revisionismo, tomando al mismo tiempo algunas ideas de Pierre, aunque deformándolas y llevándolas al absurdo. Otros grupos, libertarios, ecologistas y feministas radicales prefiguraban más bien a Paul, que es, sin embargo, una versión muy suave de estos movimientos.
Pierre fue víctima en 1968 de una especie de llave de judo que la trayectoria de un Cohn-Bendit ilustra perfectamente: en su época Pierre es atacado, a su izquierda, por quienes se reclaman de la revolución española y de los consejos obreros, quieren cambiar la vida y son radicalmente pacifistas. Cuarenta años más tarde, los mismos admiten que la revolución no es ni deseable ni posible, apoyan las misiones « humanitarias » de la OTAN y consideran el liberalismo económico como inevitable. Entre los dos, Pierre ha desaparecido.

La transición de Jacques a Julien es, retomando una idea de Con-Bendit, debida a la victoria cultural de Mayo del 68, mientras que la desaparición de Pierre es debida a una derrota política, la de la antigua izquierda (de la que, ciertamente, Cohn-Bendit se alegra).
Sin embargo, uno puede preguntarse si Paul, tal como él piensa, simplemente ha descubierto cosas que Pierre ignoraba o que no quería verlas. ¿No será también que ha olvidado algunas ideas importantes que Pierre defendía? Si en la visión de Pierre había algunos puntos oscuros ¿no hay también otros en la de Paul?
¿No podría sugerirse que Jacques era la adaptación de la derecha a una época en que el viento soplaba hacia la izquierda, mientras que Paul no es más que la adaptación de la izquierda a la situación opuesta?

Actualmente, Paul está en un himpás total; ha combatido con éxito las ideas de Pierre durante el período en que han existido, pero no tiene gran cosa que oponer a Julien. « Sospecha » constantemente de Julien de no haberse diferenciado suficientemente de Jacques (o, peor aún, de su primo) y está al acecho del más pequeño « patinazo » de Julien, a quien gusta de denunciar, pero en esencia comparte su visión de las cosas y, en consecuencia, sus ataques contra Julien caen en saco roto.
Actualmente, el mundo dominado desde hace años por Julien y apoyado indirectamente por Paul está en crisis: los ciudadanos ya no creen en la Europa que Paul ha apoyado; el mundo no occidental es cada vez más hostil a los Estado Unidos, que Paul evita de criticar demasiado; y Paul no tiene nada que decir sobre la crisis económica, ya que la economía no ha sido nunca el centro de sus preocupaciones.

El objetivo de este libro es criticar el punto de vista de Paul inspirándose en parte en el de Pierre ; respecto a cuestiones esenciales como la noción de progreso, la religión y la laicidad, el internacionalismo y el imperialismo, o el socialismo, Paul, parafraseando una expresión conocida, ha tirado al bebé junto con el agua del baño. El objetivo perseguido no es simplemente el elogio de un paraíso perdido, el de la antigua izquierda (aunque efectivamente muchas cosas se han perdido) sino de ir más allá que Paul y tratar de establecer las bases intelectuales de una nueva nueva izquierda. Es, a veces, repensando un pasado no muy lejano como pueden tomarse distancias con respecto a las « evidencias » del presente.

Cuarenta años después de Mayo del 68 deberíamos tener derecho a preguntarnos sobre lo que realmente se ha conseguido y sobretodo sobre la herencia de esta época. El discurso anti-68 es casi por completo monopolio de la derecha, acompañado a veces por una izquierda republicana que, en ciertos aspectos, es relativamente conservadora. Pero, al igual que en 1957 podía muy bien concebirse una crítica de izquierdas a la revolución soviética, aunque dichas críticas eran raras en aquella época, en 2008 se puede por lo menos ensayar una crítica de izquierdas al Mayo del 68 y a sus sucedáneos. Y, lo mismo que la crítica de la URSS se habría inspirado en 1957 en tradiciones de izquierda entonces marginalizadas, anarquistas por ejemplo, la crítica actual puede igualmente inspirarse en ideas « pasadas de moda », como las de Pierre. Además, si las ideas de Pierre efectivamente han desaparecido en la intelligentsia francesa, por lo menos en la que se expresa públicamente, algunas de ellas están lejos de haber desaparecido en el resto del mundo o incluso, en Europa, fuera del círculo restringido de los intelectuales.

Cuando se explica a Paul que está en un himpás, responde en general que con la mundialización « el mundo ha cambiado » y que no hace otra cosa que adaptarse a la realidad. Pero Pierre podría replicarle que sin el programa del Consejo Nacional de la Resistencia (y las iniciativas análogas tomadas en otras partes de Europa), la acción de los comunistas en las luchas contra el fascismo, las de la post-guerra, la voluntad de crear la ONU y el derecho internacional, la reflexión de Keynes y los acuerdos de Bretton Woods, o los combates anticoloniales, el mundo posterior al 1945 habría sido muy diferente de lo que ha sido. En la medida en que Paul está obligado a admitir que se han realizado progresos durante este período, también debería admitir que si esto se ha producido es porque millones de mujeres y hombres, con sus esperanzas y sus ilusiones, pero también con su valentía y su tenacidad, han rechazado « adaptarse a la realidad » (lo que, en los años treinta significaba el auge del fascismo) y han creído que los propios cambios podían ser cambiados.

(*) Miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO,es profesor de física en la Universidad de Louvain la Neuve, Bélgica. Es miembro del Tribunal de Bruselas. Su último libro, Humanitarian Imperialism acaba de publicarse en Monthly Review Press (hay traducción castellana en Editorial Viejo Topo, Barcelona, 2009). Es sobre todo conocido en el mundo hispano por su libro –coescrito con el físico norteamericano Alan Sokal— Imposturas intelectuales (Paidós, 1999), un brillante y demoledor alegato contra la sedicente izquierda académica relativista francesa y norteamericana en boga en los últimos lustros del siglo pasado. Una larga entrevista político-filosófica a Bircmont puede verse en el Número 3 de la Revista SINPERMISO en papel (mayo de 2008).

Fecha de publicadion: 24/01/10

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